María de Mendoza nació en Castrojeriz (Burgos) en 1508, fue hija de don Juan Hurtado de Mendoza, Adelantado de Galicia, y de doña María de Sarmiento, Condesa de Rivadavia. Tenía solo 14 años cuando fue comprometida con un maduro Francisco de los Cobos, que tenía 40 años de edad. Fue un matrimonio de conveniencia, como todos los de la alta alcurnia de aquella época, y de los Cobos necesitaba un buen matrimonio que le acercara a la nobleza y le proporcionara un título nobiliario.
Así es que la niña María se vio atrapada en un matrimonio que tal vez solo le interesaba a su familia y a de los Cobos, un matrimonio sin amor, sin conocimiento previo, un mero contrato económico que fue celebrado en 1522. Pero María supo sacarle pronto rendimiento al matrimonio, y ya en la Corte tuvo las mejores relaciones.
Fue camarera de Isabel de Portugal, y entre sus mejores amigas se contaba la Duquesa de Alba. Durante esta época, el matrimonio acumuló mucha riqueza en joyas, obras de arte, títulos y diversas propiedades. María se convirtió en una mujer ambiciosa que solo deseaba poder y ser recordada en el futuro como una gran dama junto a su distinguido esposo. Dos hijos tuvo este matrimonio, Diego y María, los cuales, y como no podía ser de otra manera, fueron excelentemente colocados por sus padres a través de matrimonios con la más alta nobleza.
Junto con su esposo mandó construir al lado de su palacio en Úbeda la Sacra Capilla del Salvador, una bellísima capilla cuyo elevado fin era contener los restos de don Francisco y de doña María, y ser recordados para siempre con este impresionante monumento. Cuando murió de los Cobos, María tenía 40 años y dejó claro desde un principio que debía ser enterrada junto a su esposo en esta Capilla.
Nunca tuvo vínculo con Úbeda esta dama, salvo algún que otro viaje esporádico para ver y supervisar las obras de la Capilla. En su testamento de 1563, dejaba bien redactado que debía de ser enterrada en el Salvador junto a su marido. Tras su muerte ocurrida en 1587 en Valladolid, sus restos fueron trasladados a Úbeda, acompañados por 24 frailes dominicos y franciscanos que portaban antorchas, para ser enterrados en la cripta del Salvador junto a su esposo, donde descansan desde entonces.
Dicen que María, tras su viudedad, se volvió más sencilla y cercana, pero en realidad eso nunca lo sabremos; la Historia ha omitido las biografías de muchas mujeres importantes, sus logros, sus deseos o su verdadera importancia en la sociedad de su época. La triste realidad es que es recordada como la mujer de Francisco de los Cobos, una mujer sin identidad propia, importante solo a través de los hechos de su marido. La Historia nos debe biografías de mujeres excepcionales que la sociedad ignoró durante siglos de manera deliberada.